¿Por qué Matrix ha sido tan influyente? así consigue no envejecer un clásico de la ciencia-ficción

Hace ahora veinte años, el 23 de junio de 1999 (solo un par de meses después del estreno estadounidense, cuando era una práctica mucho menos habitual que ahora), aterrizaba ‘Matrix’ en los cines españoles. La catapulta a la fama para las hermanas Wachowski era un batiburrillo de elementos, aparentemente dispares en muchos casos, asombrosamente cohesionados en su conjunto. Como si la única forma coherente de entender el anime futurista, el cine de kung fu, John Woo, los videojuegos, y Baudrillard fuera pasándolo todo por la turmix postmoderna de las directoras.

Sin embargo, y pese a su aparentemente arbitrario maremagnumde elementos, hay una serie de motivos por los que ‘Matrix’ tuvo un éxito tan apabullante, y se convirtió en una referencia estética y temática dentro y fuera del género durante años. Con un alcance que, de hecho, aún no se ha disipado del todo. Motivos que van más allá de un par de aciertos estéticos y que tienen más que ver con una elección absolutamente puntual del momento que se estaba viviendo en la cultura pop. A continuación, revisamos algunos de los condicionantes por los que ‘Matrix’ arrasó con todo. Más allá del bullet-time, más allá de las gabardinas (aunque también).

La meticulosidad narrativa

Si accedes a los storyboards (esa especie de cómic sin diálogos que ilustra el guión explicitando posiciones de personajes y movimientos de cámara) de ‘Matrix’, te encontrarás una auténtica obra de orfebrería gráfica. Steve Skroce (con la ayuda de uno de los diseñadores visuales de las fases previas de la película, Geoff Darrow) ilustró el guión con todo detalle, empleando sus abundantes conocimientos en narrativa gráfica, ya que ambos habían desarrollado la mayoría de su trabajo en el mundo del cómic.

Uno de los motivos de esa meticulosidad, poco habitual en los storyboards -que a menudo funcionan como bocetos de referencia para los responsables de componer los planos, más que como una narración independiente pensada para entenderse sin el guión al lado- es que era necesario ir al detalle porque había elementos en ‘Matrix’ que, literalmente, nunca se habían rodado. Aspectos como los efectos especiales, por supuesto, pero también la presencia física de personajes y su relación con el entorno, a menudo descrito de forma vaga y abstracta en el guión, eran cuestiones que no se habían visto en Hollywood.

Esta meticulosidad era inaudita, incluso para las producciones de gran presupuesto. No hay más que ver los estrenos de género de ese año: o bien jugaban a ser series B de espíritu, conscientes o no (‘Payback’, ‘El guerrero Número 13’, ‘El fin de los días’, ‘La momia’…), o bien denotaban el cansancio de la fórmula blockbuster de entonces (‘El mundo nunca es suficiente’, ‘Wild Wild West’). Las únicas películas comparables a Matrix en cuanto a su condición de «cambio de ciclo» fueron ‘El club de la lucha’, otra obra de autor completamente inclasificable, y el ‘Episodio I’ de ‘Star Wars’, absorta en su propia narrativa y universo.

De ahí ese resultado por el que no ha pasado el tiempo con tanta crueldad como con otras películas contemporáneas a ella, precisamente porque ‘Matrix’ no está adscrita a modas acerca de cómo planificar la acción o los efectos. En ese sentido, hasta una película que ha pasado por su propia montaña rusa de rechazo y reivindicación, como el ‘Episodio 1’, lleva en sus imágenes el ADN de la época en la que se rodó. La carrera de vainas, los duelos con espadas, el uso de efectos digitales, el montaje… todo clama «1999». En ‘Matrix’, sin embargo, hay combates que podrían aparecer en ‘John Wick 3’, que se ha estrenado este año.

Tecnofobia paradójica

Y no, no hablamos de fobia a Kraftwerk, dios nos libre, sino de la expresión de un miedo a las máquinas y a la vida artificial que, desde luego, no es nuevo en la ciencia-ficción. Ya desde los tiempos de las primeras muestras del género, paradójicamente, la ciencia y el progreso rebosan de historias de aviso. Es cierto que el ‘Frankenstein’ literario no es exactamente una historia de ciencia-ficción, tal y como entendemos hoy el género, pero Herbert George Wells usaba los avances científicos como armas de destrucción masiva (‘La guerra de los mundos’), como apertura de vías de conocimiento que más nos valía tener cerradas (‘La máquina del tiempo’) o como pasaportes idóneos hacia la locura (‘El hombre invisible’).

La fusión del científico con el antihéroe gótico tuvo como fruto la concepción del mad doctor, cuyo principal representante es el ‘Frankenstein’ de James Whale, entre otros muchos. Los años cincuenta no mejoraron esa visión, con unos Estados Unidos militaristas y reacios al cambio que entendían como sospechosa el ansia de saber de los científicos en películas como ‘El enigma de otro mundo’. El resto del siglo XX diversificaría las visiones de la ciencia y el progreso, con películas como ‘2001: Una odisea en el espacio’ dejando de lado el conflicto pero reivindicando una visión humanista de la ciencia.

‘Matrix’ es heredera de todo ello, de esta visión cautelar pero humanista de la ciencia. Es una película enamorada de las posibilidades de las inteligencias artificiales, pero que a la vez lanza un mensaje de aviso. Es decir, es perfecta hija de su tiempo: en 1999 Internet no se había convertido en el monstruo que es ahora, aún lejos de la masificación, las redes sociales y las preocupaciones por la falta de privacidad. Pero se apuntaban maneras: 1999 era una época en la que visiones de la tecnología relativamente recientes como ‘Hackers’ se habían quedado caducas, pero se podía hablar del terror a la máquina con plena consciencia de lo que se hacía.

Lo importante es que, pese a su tono casi apocalíptico, ‘Matrix’ dejaba transpirar una devoción por el código informático, como veremos más abajo: el retrato de los hackers es casi heroico, los guiños al lenguaje de programación son continuos, así como lo es la reverencia a la ciencia-ficción más tecnificada, como el cyberpunk, así como a referentes pop de una generación de tecnófilos (el anime, el kung fu). Todo ello deja claro que la fábula sabe de lo que habla: teclear código, sí, pero sin olvidar la humanidad. Por eso Cifra, el humano traidor, es más repulsivo que el Agente Smith. Que no es que sea malo, es que lo programaron así.

Lo importante es que ‘Matrix’ se anticipó a una corriente de la ciencia-ficción que ya no dejaríamos atrás: el miedo a las máquinas… a la vez que las comprendemos. Películas como ‘Wall-E’ o ‘Ex-Machina’ no existirían sin ‘Matrix’, porque las Wachowski apuntaron al terror a que nos conquisten, pero sin que necesariamente por ello no sigamos idolatrándolas. Al fin y al cabo, son ellas las que nos permiten aprender kung fu y tener arsenales de millones de pistolas, ¿no?

Acción con mensaje

Las mejores películas de acción son aquellas en las que el argumento o el desarrollo de personajes no se detiene en sus secuencias bombásticas. Es un problema del cine occidental de género desde siempre, que entiende el argumento y las secuencias de acción como entes compartimentados o, como mucho, con unos como justificación de los otros, más cerca del cine porno que de un todo orgánico (por muy orgánico, a su manera, que también te parezca el porno). En Oriente hace tiempo que tienen ese tema superado.

Ya desde los tiempos del cine clásico de artes marciales, por muy caduca o rígida que se te antoje hoy su estructura, se empleaba la acción -con una narrativa heredada de la ópera china clásica- como una forma de contar cosas, más allá de las secuencias con diálogos. Las características de cada personaje, sus dilemas, las relaciones entre amigos y enemigos, todo ello se transmitía, a menudo por medio de una expresión física muy precisa, e intrincadas coreografías, en las secuencias de acción.

Eso lo entiende y aplica ‘Matrix’ como nunca antes se había visto en el cine occidental. Está claro que anteriormente Hollywood había bebido de los grandes éxitos del cine oriental, pero no hay más que ver las peripecias de Bruce Lee o Jackie Chan en Estados Unidos (y las que el éxito de ‘Matrix’ propiciaría, como el regreso de Chan o la llegada Jet Li) para ver cómo Occidente asimilaba los temas e incluso la estética del cine de acción oriental, pero no el lenguaje y la narrativa.

De ese modo cualquier secuencia de acción tiene un significado y transmite detalles sobre la trama y los personajes más allá de brindar un espectáculo pirotécnico de primera. Los casos más claros son el encuentro de Neo y Morfeo en el dojo -tan abiertamente orientalizado que no hace falta comentar más, salvo quizás que ‘Karate Kid’ no inventó nada: el Mono Borracho ya estaba mucho antes- y la conclusión, con Neo superpoderoso. Pero hay más: el asalto al edificio donde está prisionero Morfeo o la pelea en el metro son soberbias desde un punto de vista plástico, pero ahondan en las motivaciones de héroes y villanos y hacen avanzar la acción: no se superponen sobre el argumento como interludios, sino que son el argumento, en ‘Matrix’ la acción es el mensaje.

La estética de malote

Si eres joven quizás no lo recuerdes, pero la estética de ‘Matrix’ nos persiguió durante años. Décadas, si contamos al horrendo Hombre de Negro de ‘El Hormiguero’. Ahora ya ha pasado un poco de moda, pero hasta hace nada, la gabardina hasta los tobillos, las gafas de sol con montura metálica y cristales mínimos y los pantalones de vinilo se llegaron a ver fuera de entornos exclusivamente de club de tecno oscuro. Ahora parece haber remitido, pero no descartamos un ocasional regreso cuando pase la fiebre por los ochenta.

Y de nuevo, lo que tenemos tras esa estética es un mensaje y unos significados como sucedía con las secuencias de acción, lo que ha permitido que vayan más allá de una serie de elecciones coyunturales y no hayan envejecido demasiado mal (aunque obviamente, la estética es lo primero que define una época y, por tanto, lo primero que le da caducidad). Las gafas de sol de los protagonistas, por ejemplo, funcionan como «cortafuegos», para que los programas no pueda «leer» las intencionesde estos virus en el sistema que son Morfeo y los suyos. De ahí el significado que tiene quitárselas en momentos clave de la película, como cuando Smith interroga a Morfeo: están desactivando sus defensas, por así decirlo, para que el otro programa compruebe su honestidad (o se confíe).

La estética del gabardinazo es más controvertida, pero en más de una ocasión se la ha relacionado con la capa de un superhéroe. Especialmente evidente es en el plano final de la película, aún hoy muy discutido por quienes son fans exclusivamente de la primera entrega, donde Neo sale volando. Ahí claramente funciona como la capa de Superman. En el resto de la película, la estética de cuero sintético y negro riguroso está en clara consonancia con la banda sonora de la película: metal industrial, cyber-techno y rock alternativo pesadete.

El advenimiento de la cultura hacker

Keanu Reeves nunca ha sido el héroe típico de acción, por mucho que vuelva a estar de moda y por mucho que antes de Matrix protagonizara peliculones de acción del calibre de ‘Speed’ o ‘Le llaman Bodhi’. Sin embargo, su aspecto con un punto frágil, en el término medio exacto entre lo cerebral y lo espiritual (a lo que ayudan sus rasgos ligeramente orientales -en realidad de ascendencia hawaiiana-), permitieron configurar la personalidad de un nuevo héroe de acción, el que se subía al tatami habiéndose descargado todos los estilos de kung fu posibles, pero que también hackeaba lo que hubiera que hackear.

El respeto que mostraron las Wachowski hacia cómo funcionaba la cultura informática, y que dejaron notar en aspectos tan conocidos como el código que a veces teclean los personajes, que es real y contó con asesoría de programadores, se palpó en la construcción de Neo y los suyos. Las Wachowski fantasearon con un «super-hacker» que estaba lejos de películas como la entonces aún muy reciente ‘Hackers’. Sin levantar una barrera de conceptos informáticos que habría distanciado al público generalista (Internet aún estaba lejos de su masificación), plantearon un entorno digital y virtual atractivo para quienes ya tenían una doble vida en videojuegos y en la Red, pero también para los profanos, para quienes todo aquello aún era ciencia-ficción.

La cuestión es que a diferencia de películas con un acercamiento excesivamente simplón o naïf a la informática o lo virtual como la mencionada ‘Hackers’, la muy primitiva ‘Juegos de guerra’ o la tronadísima ‘El cortador de césped’, por mencionar unas pocas, ‘Matrix’ envejeció tan bien en ese aspecto… que de hecho, sigue funcionando perfectamente. La idea de adjudicar elementos de los personajes propios de «El viaje del héroe» de Campbell a un entorno electrónico, convirtiendo a héroes y villanos en virus y defensas de un programa informático, sigue siendo actual (más actual que nunca, de hecho).

Una nueva visión del feminismo en el cine de acción

‘Matrix’ pareció estrenarse hace nada, pero solo hay que contemplar el impacto que causó el personaje de Trinity para entender hasta qué punto ha cambiado la representación femenina en el cine de acción. Antes del personaje de Carrie Ann-Moss las protagonistas de cine de acción fuera del canon superheroico se podían contar con los dedos de las manos: ‘Tank Girl’, ‘Nikita’, ‘Ripley’, algunas damas de la blaxploitation y poco, muy poco más. La actitud y la personalidad de Trinity cambiaron el panorama.

Tras ella aparecieron no pocas mujeres embutidas en cuero, disparando a dos manos y exhibiendo actitudes nunca vistas con anterioridad: de ‘Underworld’ a ‘Resident Evil’, pasando por ‘Aeon Flux’, con resultados de interés variable y algunos de popularidad comparable a su modelo. Entre todas, pero con Trinity siempre como modelo en la cima, aún hoy imitadísimo, dieron luz a una nueva visión de la mujer en el cine de acción.

Muchas de ellas se quedaron en la superficie y se limitaron a fabricar a asesinas con tacones, pero no fue la única visión del icono. Trinity no solo disparaba más y mejor que Neo: también presentaba una alternativa con cierto sentido y sensibilidad al héroe de acción descerebrado y masculino que todos teníamos como inamovible. Más que una comparsa del protagonista, era una guía. Alguien que había observado, analizado y desactivado en su cabeza el campo de batalla enemigo, y llevaba de la mano al despistado héroe por el camino que debía seguir. Su presencia aún tendría que evolucionar (sin ir más lejos, en las propias secuelas de ‘Matrix’), pero el paso de gigante estaba dado y no había marcha atrás.

Un simbolismo que no caduca

No solo no caduca, sino que ha sido reutilizado y pervertido por gente que estamos convencidos que no deben hacerles demasiada gracia a las Wachowski (y posiblemente el sentimiento es mutuo). La famosa secuencia de las pastillas rojas y azul como símbolo de la elección del «despertar» de Neo a la auténtica realidad ha sido reapropiado por los autodenominados redpillers, un conglomerado difuso en el que abundan gamergaters, ultraderechistas pop u antifeministas de distintas ramas para abominar de «lo políticamente correcto». Y, con ello, invirtiendo por completo el mensaje incorformista de ‘Matrix’. O, por lo menos, actualizando a los villanos. Buena parte de ello está explicado en el documental (y parte interesada) ‘The Red Pill’.

‘Matrix’, por supuesto, se ha convertido en poderosa fuente no ya de memes, sino directamente de expresiones y certezas del día a día. No hay jornada en la que no califiquemos un error, una situación extraña o un trompazo de toda la vida como un «Fallo en Matrix». Y frases como «Sé kung fu» o «Armas. Montones de armas» han sido homenajeadas en decenas de películas (sin ir más lejos, en ‘John Wick 3’) y han pasado al acervo popular, reformuladas y adaptadas para lo cotidiano.

La idea de que vivimos en una realidad no del todo «real» es tan antigua como el propio pensamiento humano, pero lo cierto es que si Wismichu evoca a la Caverna de Platón para justificar su último numerito, la culpa la tiene ‘Matrix’, no la filosofía clásica. Por eso hay tantos youtubers conspiranoicos que hablan sobre la genuina realidad (reptiliana o illuminati, da igual) y acerca de, literalmente, «cómo salir de Matrix», que usan con tanta insistencia la imaginería de la película o, más específicamente, su clímax, cuando Neo logra «ver» el código de la realidad.

Da igual que se pervierta o no el significado original de la película (que también es signo claro de que una película ha pasado a formar parte del panteón de la cultura popular): el tema está tan arraigado en nuestro ADN y la simbología del film es tan poderosa que sigue funcionando como el primer día. Haz la prueba: revisa ‘Matrix’ hoy, veinte años después de su estreno. Te garantizamos que todas sus piezas están tan perfectamente engrasadas que el adjetivo «visionaria» se le queda corto. Y cuidado con los empachos de píldoras rojas.

Con información de Xataka

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