La teoría de la NASA sobre el descubrimiento accidental y la destrucción de vida en Marte

Marte

En el transcurso de los siglos, la posibilidad de vida en Marte ha despertado la imaginación y la curiosidad del ser humano. Esta noción va más allá del simple deseo de encontrar una civilización extraterrestre en nuestro propio sistema solar, ya que se nutre de las condiciones y la formación peculiar del planeta rojo, sugiriendo la existencia de un pasado habitado en sus vastas extensiones.

En la actualidad, la NASA se encuentra inmersa en una serie de proyectos de gran envergadura con el objetivo de descubrir pruebas concluyentes sobre la existencia de vida en Marte en tiempos pretéritos. De hecho, se prevé que hacia el ocaso de la presente década se enviará una nave espacial destinada a recolectar muestras de la superficie marciana, las cuales serán traídas de vuelta a la Tierra para realizar minuciosos análisis científicos.

Sin embargo, hoy nos enfocamos en un hecho sorprendente desde su mera concepción. Respaldada por un renombrado astrobiólogo, una teoría sostiene que la NASA ya ha encontrado evidencias de vida en Marte. Según esta hipótesis, dicho descubrimiento tuvo lugar hace medio siglo y, lamentablemente, fue destruido de manera accidental.

El fundamento de esta teoría se basa en los hallazgos de las sondas Viking, lanzadas al espacio por la NASA en 1975. Según un informe de 24 Horas, un estudio realizado por el científico Schulze-Makuch revela que los datos recopilados por estas sondas respaldan la presencia de microorganismos en el suelo marciano.

Tristemente, con el aterrizaje de la sonda en la superficie marciana, estos diminutos seres fueron inadvertidamente aniquilados. Las sondas Viking constaron de dos misiones independientes, conocidas como Viking 1 y Viking 2, respectivamente, y fueron lanzadas al espacio en el año mencionado anteriormente. Cada misión consistió en una sofisticada nave espacial compuesta por un módulo de aterrizaje y un orbitador.

El objetivo principal de esta misión era que el orbitador capturara imágenes y realizara análisis detallados de la atmósfera, la superficie y las características geológicas de Marte desde una órbita privilegiada, mientras que el módulo de aterrizaje fue diseñado para llevar a cabo un descenso controlado a la superficie marciana y realizar experimentos in situ en busca de indicios de vida.

Ambos orbitadores lograron establecerse en órbita alrededor de Marte y transmitieron información invaluable sobre la atmósfera, la topografía y la composición de la enigmática superficie del planeta rojo. No obstante, los resultados de los experimentos de búsqueda de vida realizados por los módulos de aterrizaje resultaron más ambiguos.

Estos resultados no proporcionaron pruebas concluyentes sobre la existencia de vida en Marte en aquel momento, lo cual desató un intenso debate en la comunidad científica acerca de si estos hallazgos eran meras interpretaciones de reacciones químicas no biológicas o si, en efecto, podrían indicar la presencia de microorganismos en nuestro vecino planetario.

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