La historia de la cámara que grabó al primer hombre sobre la Luna
El 24 de octubre de 1946, un grupo de científicos y militares lanzaron un V-2 desde White Sands, Nuevo México. Un V-2 no era un cohete cualquiera, durante los años de la guerra aquellos misiles balísticos de largo alcance sembraron Bélgica y el sur de Gran Bretaña de muerte, destrucción y sufrimiento. Sin embargo, aquel 24 de octubre, no llevaba una ojiva explosiva. Llevaba una cámara.
Aquel día, un puñado de meses después de que acabara la Segunda Guerra Mundial y una década antes de que comenzara la Era Espacial, utilizaron una cámara de 35mm para tomar una fotografía a 104,60 kilómetros, la primera fotografía de la Tierra desde el espacio. Empezaba una carrera fascinante que, curiosamente, giró entorno a Oberkochen, una ciudad alemana de apenas 7.000 habitantes.
Hemos hablado mucho de fotografía espacial, es buen momento para pensar en lo que había detrás.
¿Fotografía la Tierra desde el espacio?
Clyde Holliday, el ingeniero que desarrolló la primigenia cámara que iba en el V-2, escribió en 1950 que «los resultados de estas pruebas apuntan a un momento en que las cámaras pueden montarse en misiles guiados para explorar el territorio enemigo en plena guerra o mapear regiones inaccesibles del planeta en tiempos de paz. Podremos incluso fotografiar formaciones de nubes, frentes de tormenta y áreas cubiertas de tamaño de un continente en unas pocas horas». «Todo el área terrestre del mundo podría ser mapeada de esta manera«, llegó a decir. En aquella época era provocador pero, como sabemos ahora, no se equivocaba.
Entre 1946 y 1950, el ejército estadounidense disparó docenas de misiles alemanes para refinar sus propios diseños y, en el proceso, se realizaron más de 1.000 fotografías. Pero tuvimos que esperar más de una década para que los primeros astronautas registraran lo que veían en una película fotográfica. Cosmonautas, en realidad; porque el primer fotógrafo espacial fue Gherman Titov con en 1961.
Ni Gagarin, ni Shepard, ni Grissom llevaron máquinas de fotografiar. Titov, la cuarta persona en el espacio, sí la llevaba una cámara de película Konvas de 35 mm con él. A diferencia del vuelo de Gagarin (que duró 108 minutos), el cosmonauta siberiano pasó más de 24 horas allá arriba y orbitó 17 veces alrededor de la Tierra. Como Francis French y Colin Burgess explicaron en ‘Into that Silent Sea’, las descripciones de Titov siguen emocionando como hace casi 60 años:
«Tenía la sensación de que nuestra Tierra es una partícula de arena en el universo. Algo comparable a una partícula de arena en la orilla del océano. Era extraño tener una cúpula negra sobre mí y nuestro cielo azul terrenal debajo».
«Los colores eran extraordinarios, vívidos, pero tiernos, y la luz que fluía a través de la cabina tenía un tono extraño como si se hubiera filtrado a través de vitrales».
En esos años, cada imagen tomada desde el espacio se recibía como una auténtica primicia. Pero la carrera espacial acaba de empezar y rápidamente se hizo evidente que había muchas cosas que no acababan de funcionar bien. La gran carrera hacia la Luna había comenzado y, mientras en los centros de la NASA se diseñaban cohetes, módulos y trayectorias para la conquista del Espacio, en un pequeño laboratorio de Oberkochen (Alemania) un grupo de personas preparaba los dispositivos que nos permitieron verlo.
No es tan fácil fotografiar en el espacio
Efectivamente, muchos de los desarrollos más destacados en el diseño de lentes para fotografíar o filmar el espacio exterior se le deben a Erhard Glatzel y su equipo, Johannes Berger y Günther Lange. Durante los años 1960, Glatzel fue una pieza clave del departamento de diseño de lentes de la que quizás fue la empresa de sistemas ópticos más importante del siglo XX: ZEISS.
No es una forma de hablar. ZEISS se había fundado en Jena, una ciudad que cayó en la RDA. Así, mientras la Unión Soviética desmantelaba los laboratorios y se los llevaba a sus grandes centro de investigación, los Aliados movieron la empresa (o lo que pudieron rescatar de ella y de sus empleados) a un pequeño pueblo cerca de Stuttgart, Oberkochen, donde se convirtió en un elemento estratégico clave en el desarrollo tecnológico posterior.
Sus creaciones fueron (y son) referentes en la fotografía espacial. Y, de hecho, el ZEISS Planar 0.7 / 50, desarrollado para entornos muy oscuros en 1966, tenía un diseño tan redondo que se siguió usando para grabar películas décadas después. Barry Lyndon, la película de Stanley Kubrick que hizo historia por rodarse íntegramente con luz natural, se grabó con el Planar 0.7 / 50.
Pero no nos apresuremos. Para entender el reto que supuso fotografiar el espacio, hay un año clave: 1962. Ese año, ZEISS metió su Planar 2.8 / 80 en el Mercury Atlas 8 y fue un completo fracaso. Aunque cámaras y lentes habían sido levemente modificadas, los resultados de la misión (en la que las malas exposiciones se juntaron con un cielo casi completamente nublado) fueron un toque de atención de que estaban enfrentándose a algo casi completamente nuevo (por mucho que se pareciera a la fotografía tradicional).
En 1965, para la Gémini 4, la gente de Glatzel preparó una Ikon Contarex especial conectada a una pistola de propulsión a gas. El sistema tenía que permitir a un astronauta manejarla mientras flotaba en gravedad cero porque la NASA quería tener las primeras imágenes de un paseo espacial. Fue un bombazo.
Tanto es así que, desde aquel momento, los astronautas empezaron a recibir clases de fotografías hasta convertirse en unos expertos. En el 66, fueron precisamente las fotografías las que permitieron identificar un problema crítico de la Gémini 9 y lo cierto es que las cámaras de la empresa alemana pasaron a ser parte indispensable del equipo de cualquier misión.
Los investigadores empezaron a «modificar los mecanismos y anillos de enfoque para que fueran más fáciles de usar con los guantes gruesos de los trajes espaciales, hubo que recubrir las lentes con un borde para evitar la desgasificación, un revestimiento de plata refractivo hizo que las lentes fueran resistentes a los cambios de temperatura fluctuantes fuera de la nave espacial y se hizo necesario un revestimiento negro para evitar reflejos al tomar fotografías de objetos en el exterior».
Glatzel coordinó el desarrollo de más de 100 lentes distintas y, finalmente, recibió el premio Apollo Achievement Award, porque, no sé si os lo he dicho, pero sí, su laboratorio fue el encargado de diseñar la cámara que nos enseñó cómo aterrizamos en la Luna.
Las cámaras de la Luna
El 21 de diciembre de 1968, la nave Apolo 8 se convirtió en la primera expedición tripulada en orbitar alrededor de la luna. La idea era fotografiar el paisaje lunar e identificar, con suerte, los lugares más adecuados para aterrizar. Habíamos observado largamente la superficie de la Luna, pero necesitábamos mucho más detalle.
No obstante, no recordamos ese vuelo por eso. Algo pasó durante la cuarta órbita lunar del 24 de diciembre: al emerger del lado oscuro de la Luna, los astronautas contemplaron la Tierra elevándose sobre el horizonte. Esa imagen, «Salida de la Tierra», es una de las fotografías más importantes de la historia de la exploración espacial.
Pero la cosa no se queda ahí, con el aterrizaje lunar a la vuelta de la esquina, el equipo de Glatzel se puso a trabajar en una cámara que pudiera mostrar el evento histórico sin problema. El resultado fue el objetivo gran angular Biogon 5.6 / 60 y una cámara equipada con una placa de cristal Reseau, (que creaban unas marcas de cruz en las imágenes durante la exposición que permiten calibrar distancias y alturas).
Más de 500 millones de personas miraron esas imágenes. Sin embargo, estuvieron a punto de perderse para siempre: Cuando empezaron a revelar las primeras imágenes de prueba, el procesador de película repentinamente comenzó a filtrar óxido de etileno y destruyó la película por completo. Por suerte, finalmente se pudo subsanar el problema y podemos celebrar los 50 años de uno de los momentos clave de la historia de la humanidad con sus imágenes.
Imágenes | NASA | Con información de Xataka